26 FEBRERO, 2022

En medio de la guerra de Ucrania, de la lucha interna del PP, de los contratos del hermano de Ayuso, de las manifestaciones por la salvación de la atención primaria, etc…, pasará desapercibido un hecho que, bajo mi punto de vista, tiene una capital importancia para los salubristas madrileños y para el cuidado de la salud colectiva de esta región: el desmantelamiento definitivo de los servicios territoriales de salud pública de la Comunidad de Madrid. Durante estas semanas se procede a la centralización de los profesionales de salud pública de las áreas y al cierre de los centros de salud pública de área y distrito.

Es un entierro silencioso, casi clandestino, que además parece que se produce sin ningún tipo de honores (por los servicios prestados) y ante la aparente indiferencia de la propia profesión (¿o me equivoco?). Intentaré explicar por qué esta medida, aparentemente burocrática e intrascendente (me pregunto si se ha argumentado siquiera esta medida, ¿tal vez, como una simple reorganización de recursos para ser más eficaz?), es de profundo calado, denota un modelo determinado de salud pública y simboliza la renuncia definitiva a una salud pública “a pie de barrio” (o de pueblo).

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